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Hormigueros: fuentes históricas del siglo 20 (V)

26 de diciembre de 2012
  • Mario R. Cancel Sepúlveda
  • Catedrático de Historia y escritor

Las fuentes historiográficas modernas sobre Hormigueros son escasas. Cuando digo “modernas” me refiero a aquellas que se produjeron en medio del proceso de transformación material iniciado tras el fin de la Segunda Guerra Mundial (1945), momento que resultó ser el preámbulo de la mayor revisión de la relación política de Puerto Rico y Estados Unidos en todo el siglo 20. Me refiero a la Ley del Gobernador Electivo en 1947, y la institucionalización del Estado Libre Asociado en 1952. Aquella fue una época en la cual el culto al cambio concebido como signo de progreso se significaba en la industrialización por medio de la inyección de capital manufacturero de origen estadounidense. Aquel proceso alteró todos los patrones culturales dominantes en el orden socio-cultural nacional y local.

rafael Picó

Rafael Picó

El efecto de aquel fenómeno de cambio sobre las percepciones de la gente de sí mismas y de su pasado fue enorme y ha sido más o menos estudiado desde diversas perspectivas en los últimos sesenta años. Las fisuras y los nuevos problemas que acarreó aquel proceso, me refiero al afianzamiento de la dependencia política y económica de Estados Unidos, el eterno dilema de la explosión demográfica que condujo a la adopción oficial de políticas malthusianas de control de la natalidad y al estímulo a la emigración al continente, también. El colapso de aquel proyecto en la década del 1990, no ha estado ausente del temario de numerosos investigadores.

La situación, me parece, explica el porqué del olvido de los temas micro en la discusión cultural. En cierto modo, la preocupación por el crecimiento económico y la transformación del modelo de desarrollo de Puerto Rico en un argumento de las complejidades de la Guerra Fría, no dejaba mucho lugar para que los temas locales propios de la microhistoria, interesasen a muchos especialistas. La microhistoria social y política volvería, como dije en otra columna, en la década del 1970 y el 1980 cuando el desarrollismo madurado durante la segunda postguerra comenzó a mostrar signos de agotamiento.

Dos títulos de la década del 1950, un documento oficial del gobierno y un texto de historia cultural producido por un autor extranjero, llaman fuertemente la atención. A comentar los mismos dedicaré la siguiente reflexión.

Una Memoria…oficial

En 1955 la Junta de Planificación, presidida por Rafael Picó, distinguido geógrafo puertorriqueño, produjo para su serie Mapa de Municipios y Barrios el documento Hormigueros Memoria Núm. 46. Picó fue autor de numerosos libros de geografía y el primer presidente de aquella dependencia. La Junta de Planificación fue uno de los nervios de mayor relevancia en el visible desarrollo material que vivió el país en  los años 1950. Picó además laboró como presidente del Banco Gubernamental de Fomento y fungió como Secretario de Hacienda en otros momentos de su brillante carrera como servidor público. Fue bajo sus órdenes que se elaboró la Memoria…citada.

Se trata de un trabajo descriptivo y detallado que informa sobre los lindes del Municipio de Hormigueros y de los lindes de sus barrios. La descripción de los investigadores recogió con sumo cuidado los topónimos dominantes a principios de la década del 1950, muchos de los cuales siguen hoy inalterados. La descripción de las fronteras entre los pueblos de Mayagüez, San Germán y Cabo Rojo con Hormigueros, se apoya en la enumeración de los nombres de los propietarios de las tierras en los casos en lo que ello es necesario, tal y como se acostumbra en los instrumentos legales de tenencia de tierras. Los bosques y montes de la banda norte que lindan con los Barrios de Río Hondo, Malezas de Mayagüez, y con Rosario de San Germán, poseen las características propias del escenario que sugieren las leyendas milagrosas que se constituyeron en el emblema más significativo en la constitución de una identidad cultural local. Se trata de predios de los barrios de Guanajibo y Jagüitas que al norte están marcados por el afloramiento cársico según señalé en otra reflexión.

La Memoria… circuló impresa y se redactó como parte del proyecto “Mapa Oficial de Límites Territoriales de Municipios y Barrios de Puerto Rico” de la Junta de Planificación. El alcalde en aquel entonces era Julio Toro Vega. Vega dominó el panorama local al amparo del muñocismo; fue primer ejecutivo municipal desde 1949, lo que significa que entró al poder con Luis Muñoz Marín, y gobernó hasta 1968 cuando ya Luis A. Ferré Aguayo y el Partido Nuevo Progresista se hicieron con el poder tras la crisis producida por el plebiscito de 1967 y la división del Partido Popular Democrático.

La Memoria… suplía la necesidad de profesionalizar la administración de los gobiernos municipales del país, organismo que conservaban tradiciones que la modernización rechazaba. Su finalidad era, por lo tanto, meramente administrativa pero su contenido sirve para que el lector se haga una idea de cuánto ha cambiado la imagen de la localidad desde 1950 a esta parte. Del mismo modo, cuando el contenido se compara con las descripciones de Hormigueros de los siglos 17, 18 y 19, cuando era un  barrio de San Germán, el lector puede apreciar con más diafanidad cuánto ha cambiado este espacio socio-cultural en 500 años.

Un estudio de historia cultural

En 1950, el músico e intelectual chileno nacido en Valparaíso, Oscar Pablo Garrido Vargas (1905-1982), vino a Puerto Rico contratado como profesor visitante por la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras. Durante el periodo en que estuvo en la isla combinó su trabajo académico con la indagación de las expresiones populares de la isla, esfuerzo que culminó con la publicación en 1952 del volumen Esoteria y fervor populares en Puerto Rico, editado por Cultura Hispánica en Madrid. Garrido es una figura de proyección internacional por numerosas razones: fue el iniciador el jazz en Chile y fundador de la primera orquesta de jazz sinfónico en su país. Su condición de viajero y estudioso lo convierten en una fuente de extraordinario valor para interpretar la imagen que la tradición local de Hormigueros podía producir en un extranjero. El milagro de la Virgen de la Monserrate fue uno de los muchos temas que elaboró en su libro.

Pablo Garrido

Pablo Garrido

Garrido, contrario a la tradición señala que la versión más corriente es la que enfrenta al canastero o bejuquero de nombre Enrique con un toro salvaje, escena que ilustra una de los muros de la Ermita, hoy Basílica, de la Monserrate. Mientras armado de un machete buscaba bejucos para procesar, le salió al paso un toro salvaje, “careto” o “cariblanco”. Los “caretos”, en efecto, tiene la cara blanca, pero la frente y el resto de la cabeza son de color oscuro. El canastero se sintió indefenso, sin lugar por donde huir ni árbol para trepar y se encomendó a la Virgen de La Monserrate. La tradición, perpetuada en el mural, lo pone a decir: “Favoréceme, divina Señora de Monserrate”. Aparecida la Virgen con el Niño en brazos, Enrique pronunció las frases: “Detente, animal feroz; / hinca tu rodilla en tierra, / que primero nació Dios, / antes de que tu nacieras”. Se trata de una estrofa entre la cuarteta y la redondilla asonantada: cuatro versos octosílabos en los que el primero rima con el tercero, y el segundo con el cuarto. La versión recogida por Garrido indica que, bien sea la Virgen o el Niño, hizo un gesto con su mano y el toro cayó en tierra fracturándose las patas delanteras.

No está demás decir que la ganadería montaraz o salvaje fue la industria más importante de la colonia de San Juan Bautista desde fines del siglo 16 hasta mediados del siglo 18. La ganadería y los ganaderos acabaron significando ese mundo ingobernable y anárquico que las autoridades españolas ansiaban controlar. Se trata de un espacio social al cual el orden temía. El toro en la tradición medieval ha sido asociado a ciertos actos milagrosos de diverso modos. Claude Lecoutex en su libro Demonios y genios comarcales en la Edad Media (1995), cita una curiosa leyenda de San Miguel Arcángel en la que un toro sirve de vehículo para ubicar un lugar sagrado, función que también cumple el toro del relato de Enrique. En el 390, un toro al cuidado de Gargan se alejó del rebaño y desapareció por los montes. Gargan fue con sus siervos a buscarlo y lo halló “frente a la entrada de una cueva”. Molesto con el animal, le tiró una flecha envenenada, pero “la flecha regresó a su lanzador y lo hirió”. Cuando se consultó al Obispo, este aseguró que la respuesta la podía dar Dios y decretó tres días de ayunos. San Miguel Arcángel se apareció al Obispo y confesó que él había sido el autor del prodigio con el fin de señalar el lugar donde debía erigirle un templo. El toro fue un medio de San Miguel para sacralizar el lugar. Otro relato del 710, ponía a San Miguel pidiendo que le hiciera otro templo  donde se “encontrase un toro que habían escondido unos ladrones”.

Las remotas raíces medievales del cuento de Enrique y el toro, y la condición de artesano del personaje, están en el otro extremo de la leyenda de González, un rico hombre que ha perdido a su niña de 8 años por esos mismos montes y puede construir una Ermita particular de la que será Mayordomo.

Garrido también relata otra leyenda que cuenta como “la imagen de la Virgen de Monserrate fue encontrada en el agujero de un árbol”. Trasladada a la Ermita que ya estaba en pie desapareció y volvieron a encontrarla en el mismo agujero. Ocurrido el prodigio tres veces, un número sagrado por cierto, la vecindad decidió construir el templo en aquel lugar. Aquí la Ermita es producto de la gestión de los vecinos. No sólo eso, se trata de dos ermitas diferentes: una ancestral de origen humano y otra creada por indicación del milagro. Garrido apunta la similitud de aquel episodio con la leyenda de la imagen de la Monserrate venerada en Cataluña, tradición que comentaré más adelante.

Lo que me interesa ahora es resaltar que ese pugilato con el espacio en el cual debe estar la imagen tiene también un sedimento medieval muy remoto. Algo paralelo sucede en la leyenda de Nuestra Señora del Buen Encuentro. En Pau, un buey de los hermanos Fraissinet se “apartaba del rebaño y se echaba al suelo ante una zarza”. Cuando se buscó aquel lecho de espinas, se encontró una estatua de la Virgen y el Niño. La misma fue escondida en un cofre de donde desapareció para ser vuelta a encontrar en la misma zarza. El hecho prodigioso se repitió hasta que se decidió edificar una capilla en el lugar. Otra leyenda contada por el franciscano Vincent en 1642, cuenta como un buey que se escapaba constantemente, condujo al boyero a un fresno y una fuente donde había una estatua de la Virgen, hecho que condujo a la construcción de una capilla en el lugar.

El relato de la niña perdida, lo sintetiza el libro de Garrido sin la fastuosidad que le puso Coll y Toste fuente a la cual no cita. Una niña desaparecida apareció sana a los tres días. Cuando la interrogaron dijo que una “señora”, sin más detalles, la había cuidado y la gente dedujo que se trataba de la Virgen.

El libro de Garrido anota las romerías a Hormigueros. La peregrinación y la fiesta anual “y en distintas épocas del año” destaca como una tradición sin más detalles. Un exvoto curioso llamó la atención del investigador: un jíbaro dejó en la ermita “una reproducción en pequeño de las ubres de una de sus vacas”. El animal estaba enfermo y solicitaba a la Virgen que se la sanara. Tradición y modernidad se imbrican en la historia del culto, sin duda.

2 comentarios
  1. JENNY SEGARRA OLIVENCIA permalink

    GRACIAS POR ARTICULOS HISTORICOS DE INTERES PARA NOSOTROS LOS QUE AMAMOS LO NUESTRO

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    • Jenny agradezco tu lectura. Difunde estas páginas en tu círculo de amistades. Espero que el libro para el cual estoy reflexionando en esta bitácora circule este 2013 o a principios de 2014. Saludos a tus hijos.

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